La lectura voraz de folletines y novelas de viajes va forjando su joven imaginación y al mismo tiempo alivia el desarraigo y la melancolía provocados por los continuos cambios de residencia familiar. Baroja ha sido encuadrado en el nada homogéneo movimiento noventayochista, pero más bien encaja con el afán general de renovación que dominó las letras españolas a finales del siglo XIX. Posee una extraordinaria capacidad para observar su entorno y hacer literatura de cuanto sucede. La realidad es tamizada por su experiencia vital y le sirve de motor con el que arranca la ficción. El afán por viajar le permite observar los tipos que va encontrando y que traslada a sus páginas, así que el esquema del viaje aparece en muchas de sus obras como impulso aventurero que mueve a sus personajes. Ese constante trasiego de personajes que van y vienen de un ambiente a otro da agilidad a su escritura, y así consigue que sus novelas produzcan la impresión de la vida misma.