La Araucana

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Autor: Alonso de Ercilla

Obras incluidas

La Araucana
Nota de Prensa

50,00

Obras incluidas

La Araucana

Sinopsis

En La Araucana no vemos solo el épico desarrollo de hombres trabados en un combate mortal, no sólo la valentía y la agonía de nuestros padres abrazados en el común exterminio, sino también la palpitante catalogación forestal y natural de nuestro patrimonio. Aves y plantas, aguas y pájaros, costumbres y ceremonias, idiomas y cabelleras, flechas y fragancias, nieve y mareas que nos pertenecen, todo esto tuvo nombre, por fin, en La Araucana y por razón del verbo comenzó a vivir.                                               

Pablo Neruda

En 1555, con solo 21 años, el joven Alonso de Ercilla viajó a Indias para acompañar al nuevo virrey tras la insurrección de Francisco Hernández Girón en el Perú y la muerte en Chile del gobernador Pedro de Valdivia a manos de los araucanos. Sin embargo, hubo de pasar por numerosos avatares hasta poder desembarcar en las costas chilenas en 1557.

Fruto de este encuentro con el pueblo indígena, de las luchas y también de la admiración ante rival tan extraordinario nacerá la necesidad de inmortalizar las Guerras de Arauco en un poema épico.

Las tres partes que integran La Araucana se publicaron a lo largo de 20 años (1569, 1578, 1589) y al poeta le llevó más de tres décadas su proceso de escritura. Una escritura que se ajusta, en el sentido clásico de la epopeya, a cantar las victorias memorables de los españoles pero que también innova al celebrar el coraje y la nobleza del pueblo araucano: «pues no es el vencedor más estimado / de aquello en que el vencido es reputado».

Cuando en 1569 aparece la Primera parte ningún libro había abordado la conquista española de Chile. La conciencia del carácter inaugural del texto supone que Ercilla comience con una extensa descripción de Chile, su historia y costumbres a la que siguen las reflexiones sobre los caprichosos embates de la Fortuna como demuestra la conquista que se va a narrar.

El relato de las guerras se presenta entonces como hilo conductor que se irá ampliando con la narración etnográfica del pueblo araucano, sus batallas, idilios, juegos, hechicerías e historias fabulosas que alternan con el retrato memorable de grandes personajes como el Caupolicán y otros caciques indígenas.

Y aunque en su célebre comienzo: “No las damas, amor, no gentilezas…”  el poeta pretende que la materia guerrera sea el único objeto de su canto, también encontraremos numerosos episodios sentimentales (amores indígenas de Lautaro y Guacolda, de Tegualda y Crepino y de Glaura y Cariolán…) encaminados a representar la fidelidad de las mujeres araucanas y a trazar, en fin, la fisionomía de este admirable pueblo. La crítica ha vislumbrado en esta descripción de costumbres y personajes, de su carácter apacible y generoso, una cierta anticipación del buen salvaje roussoniano.

En el arranque épico, Ercilla oscila entre la crónica y el tratado moral para reflejar la codicia de Valdivia y de los españoles como desencadenante de la rebelión indígena.  Mientras que, en la segunda y tercera partes, el narrador se centrará en la guerra por la recuperación de los territorios perdidos llevada a cabo por don García Hurtado de Mendoza. Consciente pues de la «leyenda negra» antiespañola que se iba expandiendo bajo el reinado de Felipe II, trató de salvar la grandeza imperial, sin callar los vicios de los conquistadores ni dejar de repudiar los excesos de sus crueldades.

Para ello hace uso de un estilo llano y natural, de un humor -a veces macabro- que alivia la tensión bélica y le ayuda tomar distancia frente a la realidad brutal que describe. Un río de sangre corre por las páginas de La Araucana, tanto española como indígena, pero Ercilla no inventa los excesos sanguinarios, sino que narra la violencia de unas guerras que duraron muchos años.

A lo largo de mucho tiempo la obra de Ercilla fue la principal fuente de noticias sobre la más austral y desconocida de las colonias del imperio español (el poeta insiste de hecho en la veracidad de lo narrado), una suerte de crónica que alcanzó una extraordinaria popularidad desde la publicación de la Primera parte tanto en Europa como en la América virreinal.  De ahí las numerosas continuaciones que lo reconocieron como modelo de epopeya nacional y lo convirtieron en referente de escritores tan dispares como Lope de Vega o Rubén Darío.

Hoy podemos leer La Araucana como un apreciable poema épico, como representación de las “ilustres hazañas y la “codicia insaciable” de los españoles en las campañas de Ultramar, también como una suerte de autobiografía de un joven aventurero o como la crónica sobre las Guerras de Arauco que contiene noticias históricas, geográficas y antropológicas sobre el poco conocido entonces, reino de Chile.

Pero lo que sigue siendo incuestionable es que, después de cuatro siglos transcurridos desde su escritura el poema sigue iluminando el corazón de los hombres con sus escenas, episodios y cuadros de una altísima calidad poética.

 

Sobre el autor

Don Alonso de Ercilla
tan ricas Indias en su ingenio tiene,
que desde Chile viene
a enriquecer las musas de Castilla,
pues del opuesto polo
trujo el oro en la frente como Apolo;
porque después del grave Garcilaso
fue Colón de las Indias del Parnaso.

Lope de Vega

Alonso de Ercilla y Zúñiga nació en 1533, en Madrid, donde murió en 1594. Educado en la corte, sirvió como paje a Felipe II, cuando este era príncipe, y le acompañó en sus viajes por Flandes e Inglaterra. Partió hacia Chile en 1555, donde se habían sublevado los araucanos.  Allí participó en diversas batallas y empezó a escribir La Araucana, poema épico donde narra los hechos más significativos de la expedición y la conquista del Arauco tras la muerte de Valdivia. Ercilla es consciente de su valor como testigo presencial de los hechos y las peripecias del narrador corren parejas al relato épico.

Tras intervenir en unas campañas en Lima y Panamá, regresó a España en 1563, y publicó en 1569 la primera parte de su gran obra, dedicada a Felipe II. Fue nombrado gentilhombre de la corte y caballero de Santiago, tras lo cual participó en diversas acciones diplomáticas.

Don Alonso salió de Chile endeudado, sin encomiendas, habiendo sufrido afanes, hambre y otras penalidades. En 1559 regresó a la Península donde le sonrió la fortuna gracias a la publicación de la primera parte de su poema, una herencia familiar y un matrimonio conveniente.

Instalado en Madrid, vivió, según se dice, una existencia feliz y exenta de preocupaciones materiales que le permitió terminar las partes segunda y tercera de su poema.

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La prensa dice:

 

El País

«La Araucana, inmenso poema épico que desde el título evoca a Homero y Virgilio. En su obra, tan admirables son los indígenas como los españoles y tienen la nobleza colosal de la estatuaria clásica… Comprendo que es duro para la acelerada sociedad actual leer como si fuera una novela de aventuras las casi 800 páginas de imponentes octavas reales, pero ahí están, recién editadas por la Biblioteca Castro, para quienes América no sea sólo codicia, crueldad y oro, sino también grandeza, alabanza y creación». Félix de Azúa https://elpais.com/opinion/2021-11-30/no-solo-oro.html

 

 

El Confidencial

Explica el historiador Luis Íñigo-Madrigal, autor de la nueva y definitiva edición de ‘La Araucana’ (Biblioteca Castro): «Por las páginas de ‘La Araucana’ corre un río de sangre. Ese río de sangre ajena y propia, más abundante en sangre bárbara que en la ‘baptizada’ y ‘codiciosa’ sangre española, fulgura en un paisaje casi desprovisto de colores y parece teñirlo todo. Pero Ercilla es capaz también de delicadas y certeras descripciones y de emotivos cuadros. Y, por otro lado, no inventa los excesos sanguinarios de lo que narra: las Guerras de Arauco, que se prolongaron durante siglos, provocaron miles de muertos entre los españoles, decenas, quizás centenas, de miles entre los llamados ‘indios amigos’ y una cantidad enorme entre los araucanos».
Daniel Arjona La Araucana en El Confidencial