Comedias y dramas. Tomo II

Comedias y dramas, II
No fumadores
El dragón de fuego
La princesa Bebé
Rosas de otoño
Los malhechores del bien
Las cigarras hormigas
Más fuerte que el amor
Los búhos
Los ojos de los muertos
Los intereses creados
Señora ama
El marido de su viuda
La fuerza bruta
El príncipe que todo lo aprendió en los libros
El nietecito

En el presente tomo se edita una selección de obras escritas y estrenadas entre 1904 y 1910, representativas de su etapa como dramaturgo consolidado. El volumen comienza y termina, respectivamente, con dos obras en un acto, No fumadores (1904) y El nietecito (1910), acompañadas de otras trece de diferente extensión, así como otras cuatro obras breves. En todas ellas se hace patente el sentido moral de la acción y el equilibrio entre lo estético y la intención amena. Algunos de los dramas extensos, muy destacados en la carrera de Benavente, son El dragón de fuego (1904), Rosas de otoño (1905), la más famosa Los intereses creados (1907) y la sorprendente Señora ama (1908), muy estimada por el autor. Todas sus obras largas condensan temas, técnicas y obsesiones ya esbozadas en su obra precedente como la naturaleza endogámica de la burguesía madrileña, el papel del amor desinteresado como único contrapeso del materialismo y un tono sentimental característico que se convierte en apología de ese tipo de amor como la única fuerza capaz de solucionar o redimir todo conflicto.

Nació en Madrid y allí vivió durante toda su carrera. Su padre era un hombre culto y un médico prestigioso, lo que posibilitó el contacto de la familia con importantes personalidades de la cultura y la política del Madrid del momento, como Juan Valera, José de Echegaray y Francisco Silvela, entre otras. Mantuvo relaciones de amistad con figuras de nuestra literatura como Rubén Darío y Valle-Inclán, aunque su fuerte individualismo le acarreó serias enemistades y cierto desprestigio profesional. Su madre alentó el interés de Benavente por el teatro y convivió con él cuando ya era un dramaturgo respetado. Desde esa fascinación por el espectáculo dedicó su vida a la literatura dramática y generó una amplia producción escénica. Cultivó gran cantidad y variedad de géneros, temas, espacios, personajes, pero la enorme influencia de su obra no ha sido correspondida por la atención de la crítica durante las últimas décadas. En su etapa de apogeo recibió numerosos reconocimientos como ser nombrado miembro de honor de la Real Academia Española y ser el segundo Premio Nobel de nuestra Literatura en 1922, hecho que lo consagró fuera de España.