Alonso Fernández de Avellaneda en la BNE 18 de mayo de 2015 – Publicado en: Autores Clásicos, Fechas señaladas, Libros – Etiquetas: , ,

Avellaneda en BNE 2

Cinco ediciones en un solo año, he aquí la apabullante cifra que nos da buena cuenta del éxito de la Primera Parte del Quijote en 1605, y máxime si reparamos en que el 90% de la población de la época no sabía leer. Por ello no es de extrañar que los lectores esperaran anhelantes esa continuación con la tercera salida del caballero de la Triste Figura y su fiel escudero, que el propio Cervantes había prometido.

En este contexto aparece impreso el Segundo tomo del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, rubricado por un tal Alonso Fernández de Avellaneda. A la misteriosa identidad que se esconde bajo el este célebre pseudónimo, se suman otras incógnitas como la de la ciudad o la imprenta que figuran en la portada, pues ninguna de ellas parecen ser las verdaderas. Pero aún más chocante resulta el hecho de que se haya sostenido durante siglos el escaso éxito de la obra, cuando podemos apreciar sutiles diferencias en las portadas que prueban que, al menos, hubo dos impresiones a lo largo de 1614.

Sin embargo, la novela de Avellaneda cayó en cierto olvido cuando Cervantes publicó su Segunda Parte en 1615 con un humor y una visión del mundo absolutamente modernas que han venido conquistado la admiración de los lectores de generación en generación. Pero no por ello debemos despreciar el arte del apócrifo, ya que no solo influyó en muchos pasajes de la Segunda Parte cervantina, sino que además se erige como fiel representante de la estética y sociedad barrocas.

Y concluimos con las palabras de Javier Blasco, nuestro editor del texto, en el prólogo que precede a la obra: «Pocas falsificaciones han tenido tanta importancia como el Quijote de Avellaneda para la historia de la literatura. Después de leer el Quijote de su rival, Cervantes modificó varias escenas de la Segunda Parte, que él se hallaba escribiendo; añadió nuevas aventuras y, desde luego, afrontó una cuidada revisión de todo lo que llevaba escrito. Esto debería ser suficiente para justificar hoy el interés por la obra de Avellaneda».