«Cabeza de Vaca tuvo una gran humanidad; sus ojos intentaban comprender» (El Mundo) 26 de noviembre de 2020 – Publicado en: Autores Clásicos, Curiosidades, Libros, Reseñas destacadas – Etiquetas:

«Los navegantes españoles -y Cristóbal Colón el primero- trataron de volver a encontrar la mina de donde le había venido a Salomón el oro para la construcción del segundo Templo de Jerusalén… Y así se concluyó que Ofir era una isla, que se identificó con la isla de los Reyes (Magos) mencionada por los salmos. Por tanto, es lógico que se tratara de descubrir esa mina en el mar de la India, esto es, en el Pacífico en su sentido más lato», dice Juan Gil a este periódico».

Manuel Llorente en su artículo sobre el conquistador publicado en El Mundo

«Buscando fortuna, gloria y nuevos horizontes, Álvar Núñez Cabeza de Vaca se hizo al océano desde Sanlúcar de Barrameda, «17 días del mes de junio de 1527». Partió en una de las cinco naves, con casi 600 hombres a bordo, como alguacil mayor de la flota que comandaba Pánfilo de Narváez. Fue el único que regresó de aquella singladura al puerto de Lisboa 10 años y 53 días después, el 9 de agosto de 1537. Durante aquella aventura fondeó puertos de La Española, Cuba y Florida, se adentró hacia el norte por tierras de los indios apaches, cruzó el Río Grande, atravesó todo el sur de los actuales Estados Unidos y norte de México hasta dar con el Pacífico, para descender y llegar a Veracruz. Sufrió hambre, sed y cautiverio, y hubo de comer carne humana para sobrevivir. Algunos de los que lo acompañaron en aquella peripecia murieron en selvas; otros después de batallas; no pocos en naufragios. Muchos desertaron y hubo quienes prefirieron empezar una nueva vida en aquellas tierras donde Cabeza de Vaca fue respetado y aclamado como gran chamán.

Si apasionante es este libro, no menos lo es la crónica escrita por el propio de Cabeza de Vaca. Escrito en primera persona e impreso en 1542, gozó de gran impacto y fama en su día. Su castellano apasiona: «A una hora después de yo salido la mar comenzó a venir muy brava y el norte fue tan recio, que ni los bateles osaron salir a tierra ni pudieron dar en ninguna manera con los navíos al través, por ser el viento por la proa; de suerte que con muy gran trabajo, con todos tiempos contrarios y mucha agua que hacía, estuvieron aquel día y el domingo hasta la noche».

Aquí os dejamos el enlace al texto completo de la reseña.